top of page

Rescatemos el valor de lo simple

  • Foto del escritor: Leonardo Antonio Islas Olavarrieta
    Leonardo Antonio Islas Olavarrieta
  • 19 oct 2019
  • 3 Min. de lectura

Avanzar con cautela, siendo conscientes del mundo que nos rodea y actuando con sentido común, pero también con intuición, son algunas de las mejores estrategias para hacer frente a las complejidades de nuestras vidas. Margarita López Gastélum nos comparte esta interesante reflexión.

Me gusta lo simple: un abrazo, un gracias, un «cuídate». Me considero un fiel admirador de las personas sencillas, porque para mí, son las más hermosas, esas que se dejan guiar por el sentido común, por su intuición y por ese corazón que no sabe de artificios.

Resulta curioso a la vez que inspirador saber que en la actualidad, tanto los enfoques de desarrollo personal como en el campo de las grandes organizaciones, se ha puesto de moda «rescatar» el valor de lo simple. De hecho, muchos expertos en marketing y publicidad tienen un lema que casi nunca falla «hágalo simple y algo ocurrirá».

Me gusta el olor de la gente sencilla, es la fragancia del respeto, de un «buenos días» con una gran sonrisa, de un «cuídate» con inmensa sinceridad…No hay falsedad en sus hermosas miradas ni aún menos en sus almas

Decía Antonio Machado «que es propio de los hombres de cabezas pequeñas embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza». Es sin duda un buen ejemplo para describir a este tipo de personalidades para las cuales las cosas sencillas no tienen sentido. Confunden lo simple con «lo simplista». Ahora bien, la simplicidad no tiene nada que ver con lo ingenuo ni aún menos con lo necio.

En realidad, este concepto encierra un gran poder del que casi no somos conscientes.

La belleza de la sencillez en los actos cotidianos

A menudo, suele decirse que la vida es como una telaraña. Nuestras lineas se entremezclan en ángulos raros, tomamos caminos erróneos, nuestros esfuerzos no se corresponden con lo logrado y, al final, quedamos adheridos a estas realidades temiblemente complejas y desalentadoras.

La falta de sencillez lo arruina todo

-Miguel de Unamuno-

¿Por qué nos cuesta tanto entonces deleitarnos con la sencillez de los actos cotidianos? ¿Por qué se nos complica tanto la vida? En cierto modo, tiene mucho que ver con lo que indicábamos hace un momento. El alma simple y la mirada humilde son dimensiones que no encajan demasiado bien en una sociedad que asocia lo complejo a lo eficaz, y en consecuencia, a la felicidad.

Nos venden ordenadores con muchos programas, móviles con infinitas aplicaciones, las tiendas nos ofrecen infinitos tipos de tratamiento para el cabello, y cada día nos recuerdan aquello de que es bueno tener muchos estudios, muchos títulos, muchos amigos… La complejidad se asocia a esa idea de dorada felicidad que en realidad, no siempre se cumple.

Algo que deberíamos tener muy en cuenta es que las cosas grandes ocurren cuando se hacen bien las pequeñas, y para ello, nada mejor que practicar el arte de la sencillez en nuestros actos cotidianos.

Avanzar en calma, siendo conscientes de lo que nos envuelve y haciendo uso del sentido común y la intuición son sin duda las mejores estrategias para deshacer cada nudo de nuestras complejidades vitales. Debemos confiar un poco más en nuestro instinto y ser receptivos a la voz del corazón. 

En ocasiones, dejamos ir gran parte de nuestra «cuota de vida» inmersos en esfuerzos infructuosos que nos separan por completo de aquello que de verdad deseamos. Así pues, recuerda que la complejidad no debe admirarse, debe evitarse, porque el arte de saber qué cosas debemos pasar por alto será el único camino que nos permitirá hallar aquello que de verdad merecemos.

Vía La Mente es Maravillosa

Comentarios


bottom of page